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lunes, 22 de noviembre de 2010

Capítulo 6.








“Siento mucho no haberme despedido, tenía una urgencia y te vi muy ocupada con tu no novio, no pretendía interrumpir vuestra apacible conversación, un beso”
Mensaje de Alex. ¿Cómo podía estar siempre con sus bromas y su tono irónico? Apacible conversación…Eso fue mi primer contacto con la sociedad de ese día, y Alex la persona que me envió el mensaje del cual oí su llegada, pero el cual no llegué a ver.
“Para tu información nuestra apacible conversación acabó bastante bien. ¿Qué pasó? Un beso, te quiero”
Releí el mensaje una vez para comprobar que todo estaba en orden, y rectifiqué borrando el te quiero. Era una simple costumbre, siempre acababa así las conversaciones por Messenger o los sms, pero de todas formas, no le conocía más que de una noche.
Inconscientemente esperé con impaciencia el mensaje de respuesta, y tras unos minutos los cuales se me hicieron eternos, por fin llegó.
“Nada importante. Tengo algo tuyo, ¿no has echado nada en falta?”
¿Algo mío? ¿Qué podía tener mío? Me dolía la cabeza muchísimo, y no me apetecía pensar. Empecé a recoger todo lo que había tirado por el suelo, encima de la cama, por la mesa o metido en el armario a presión. Los zapatos, el vestido, el bolso… Miré en el interior de este, no echaba nada en falta. En cuanto a la ropa… También estaba la chaqueta, el cinturón, la cazadora y el… fular.
“Que haces tu con mi fular”
No podía entender como había llegado a sus manos mi fular. Me lo regaló mi padre cuando vino de Suiza, y en ese momento estaba en sabe dios donde. Decidí empezar a recoger la habitación, la cual estaba hecha un desastre. No se podía dar un paso sin encontrar algo por medio, fuera de su habitual lugar. Empecé por la ropa, separando lo limpio de lo sucio, doblando todo lo que se encontraba colgado de sitios inimaginables e intentando hacer parecer que no había pasado un huracán por mi armario. Solía tener mi habitación limpia como una patena, y no recordaba como había llegado a estar todo en ese estado. De la noche anterior al llegar a casa solo recordaba lo triste que estaba, y el mensaje que no llegué a mirar de Alex. Nada más. Y de la fiesta recordaba poco más. No sabía ni con quien había estado, ni que había hecho ni el porque la posesión de mi fular de seda en manos ajenas. Cuando acabé con la ropa decidí hacer la cama, pero mi dolor de cabeza seguía persistente y cada vez más acusado, así que deje mi trabajo a medias y me fui a tomar una aspirina.
-¿Estás enferma hermanita? -Me preguntó mi hermana inocentemente. Yo no pude hacer más que sonreír y decir una mentira piadosa. No creía que fuera conveniente explicarle a una niña de ocho años que su hermana supuestamente responsable se dedicó a beber whisky, y por eso estaba “enferma”.
-Me duele un poco la cabeza, ya sabes como son mis amigas, están todo el día gritando, sin excepción.
-Tranquila, cuando las vea ya les echaré la bronca.
Se fue dando pequeños saltitos y canturreando una canción de dibujos animados al salón y yo me marché a mi habitación. No pude evitar reirme de solo pensar la futura situación en la que mi hermana les iba a echar la bronca a mis amigas por gritar.
Cogí el móvil de la cama para seguir haciéndola y entonces vi otro mensaje más de Alex.
“Tú sabrás lo que hiciste ¿no? Digamos que fue un préstamo. Ahora una de dos, o me dices donde vives y te lo llevo, o acudes tú a mi…”
Un préstamo. Perfecto, no sabía lo que pasó, y por encima tenía que ir a buscarlo. Obviamente, no  le iba a decir donde vivía.
“No te voy a decir donde vivo, podía sufrir un acoso, o algo peor, quien sabe ;)”
Después de enviar el mensaje me pensé un poco más la respuesta. Puede que al fin de al cavo, no fuese tan malo que supiese donde vivía. Me caía muy bien, realmente bien de hecho, y cada vez que respondía esperaba con ansia sus respuestas, como si mi vida dependiese de ello, haciéndoseme los minutos eternos y pesados. Mientras tanto aprovechaba limpiar el desastre que tenía por habitación. El dolor de cabeza seguía sin abandonarme desesperandome cada vez más. Nunca me había pasado nada por el estilo. Siempre fui una chica “sana”, y en ese momento me preguntaba si cumplí la promesa a Adrián de que no bebería más, puesto que en el momento en el que hablé con el no me encontraba tan mal, y no me acordaba de casi nada.
Pitido anunciando de nuevo un mensaje. Lancé la bolsa de plástico que tenia entre mis manos al aire, la cual no sabía como había llegado hasta allí, y me lancé a mi móvil saltando a la cama. Lo abrí con impaciencia, para solo conseguir llevarme un disgusto, publicidad. Malditos sean. Me disponía a levantarme otra vez para seguir con mi tarea pero en seguida llegó, esta vez sí,  su respuesta.
“En el hospital, pero no hace falta que vengas si no quieres.”
¿En el hospital? Se puede saber que hacía allí. Supuestamente lo que pasó no fue nada grave, y estaba en el hospital. Por lo menos sabía que a él no le había pasado nada, o por lo menos eso creía. La noche pasada estaba bien, y en un origen se fue por una urgencia. Y tampoco podía olvidar el hecho de que me estaba enviando mensajes tranquilamente, por lo cual, como mínimo consciente estaba. O eso, o el que me hablaba era su fantasma, cosa que yo hasta el momento, consideré improbable. 
En seguida le di a la tecla de responder, pensándome bien la respuesta. Tenía que ser un mensaje que mostrase mi preocupación pero a la vez no resultar muy pesado. En esos casos a nadie le gusta que le anden encima todo el rato.
“¿En el hospital? ¿Qué ha pasado? No se si podré ir hoy, pero si necesitas algo o quieres que vaya, encontraré un rato.”
Fue demasiado tarde, cuando ya lo envié, que me di cuenta de mi pequeño error. Si quieres que vaya, ¿porqué va a querer que vaya?
No le di más vueltas, lo hecho, hecho estaba. Aún así tenía que aprender a pensar antes de actuar, siempre había sido uno de mis grandes defectos, y una cosa una vez dicha, o en este caso, enviada, no se podía rectificar.
Esta vez no tardó mucho en contestarme, por lo que me imaginaba que sería muy escueto. Probablemente no quisiera hablar más, así que decidí dejarle tranquilo.
“Como quieras, un beso Nora”
Estaba en lo cierto. Deje mi móvil en la mesilla y acabé de recoger toda mi habitación. No iba a ir al hospital, ya recogería mi apreciado fular cuando tuviese más tiempo y las cosas estuviesen tranquilas. Desayunando recordé todo lo que tenía que estudiar y hacer, y eso me dio más dolor de cabeza aún si cabia posibilidad alguna.
-¡Condenado examen de filosofía! ­-grité empujando el libro con una mano.
Llevaba toda una tarde estudiando, y no habiía logrado pasar de la segunda página. No soportaba esa asignatura, o más bien a la profesora a la que tenía una particular manía. No es que ningún profesor me cayese especialmente bien, pero con ella era diferente, y el odio hacía ella aumentaba día tras día. A todo eso se le sumaba el que estaba todo el rato pensando en Alex, en el hospital, y dándole vueltas a que podría haber pasado. ¿Cómo alguien podía meterse tanto en mi cabeza en solo un día?
Oí como alguien llamaba a la puerta, y tras ese sonido vi entrar a mi hermana y sentarse a mi lado.
-Si no te centras, no estudies, no sirve para nada. Yo cuando no me salen los dibujos bien, paro.
Ella lo dijo con toda la inocencia del mundo, pero en realidad tenía razón. No iba a conseguir centrarme en todo el día, y si seguí allí lo único que iba a hacer era perder el tiempo.
-Tienes razón Cris, gracias.
Le di un beso fugaz en la frente y salí disparada de casa. Estaba decidido, iría a visitar a Alex por muy pesado o molesto que pudiese llegar a ser, además tenía la excusa de que tenía algo que me pertenecía a mí.
Cogí el autobús y me planté lo más rápido posible en el hospital. Lo bueno de vivir en una ciudad pequeña es que no tenía perdida. Mientras me metía dentro saqué de mi bolso un folleto en el que salía el nombre del grupo, allí estaban sus apellidos, así que solo tenía que preguntar en recepción. Solo había un pequeño problema, ¿y si no era él el que esta ingresado?
-Hola, muy buenas. ¿Me puede decir en que habitación se encuentra Alejandro Sanchez Blanco?
-Sin decir ni una palabra la recepcionista se puso a teclear el nombre que le había dicho en el ordenador.
-No se encuentra ningún Alejandro con esos apellidos. Pero si una tal Sonia.
-Perfecto -dije con una sonrisa pintada en la cara -¿me puede decir en que habitación está?
Me alegraba su respuesta, en efecto, no era él el que estaba mal. 
No la veía muy convencida de darme aquella información, no me quedaba más remedio que insistir.
-Por favor, se trata de una urgencia -dije esta vez con un tono más serio.
Esta vez si que accedió, así que tras un breve “gracias”, me marché. Cada vez tenía más curiosidad, y a la vez miedo. Supuse que Sonia era su hermana, y con mi habitual pesimismo me esperé lo peor.

7 comentarios:

  1. me gusta mucho la hitoria :) me he leido todos los capitulos pero solo te comento aki ke me da pereza xD bueno me encanta como escribes, sigue asi :)

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  2. Me he enganchado enseguida a la historia (: ¡Te sigo! ^^

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  3. Me va gustando. Aunque si ella y Adrián se marcharon a las 6.30 de la fiesta, ¿cómo es que eso si lo recuerda y como prestó el fular no?

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  4. Bueno, eso le ha llegado a pasar a amigas mias, bebes mucho y no te acuerdas de cosas especificas que hiciste en la noche, pero saben perfectamente como llegaron a casa, que sus padres le vinieron a buscar... pero no sabian como llego a sus manos la cartera de un amigo suyo... Jajajaja

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  5. Wow Tarita, eres genial, ya lo sabes.
    ¿Sabes? creo que el programa que usas te corrige algunas cosas mal, ya que veo pequeños errores y faltas de tildes, pequeña grandullona. Por lo demás, perfecto ♥

    Att;
    AlguienQueTúYaSabes.

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