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sábado, 13 de noviembre de 2010

Capítulo 3.







-Me voy a casa de Alba, si vas a salir,  llámame y vengo a cuidar de Cristina.
Tras decir eso observe un notable cambio en su cara, la cual no supe identificar del todo. Estaba entre la tristeza por no ser él el que iba a ver a Alba y la alegría de escuchar su nombre. A mi hermano siempre le había gustado mi mejor amiga, o por lo menos siempre se había fijado en ella, pero nunca ninguno de los dos dio el paso, y mi hermano por su lado estaba cada día con una chica nueva, pero nunca ninguna que le gustase de verdad.
-No creo que salga, de todas formas no llegues muy tarde, que hoy llega hoy papá de viaje, y se va el próximo sábado otra vez.
-Vale. Puede que traiga a tu amor a dormir -dije despeinándole su oscuro pelo.
-Imbécil.
-Me adoras.
Llegue a casa de Alba en apenas un cuarto de hora. Me moría de ganas por contárselo todo y desahogarme con ella. No sabía nada del día anterior, exceptuando que había quedado con el por la noche, pero ni se imaginaba el final de la noche.
-Ya te echaba de menos Nora, ¡Cuéntamelo todo ya!
No pude ocultar mi tristeza tras la euforia de sus palabras, probablemente ella antes pensase que todo había ido bien, o que de lo contrario ella habría sido la primera persona a la que habría llamado, pero no, no fue así. Ella noto mi estado de ánimo, no era difícil, y menos siendo ella, la única persona que lo sabía todo de mi.
-OH-OH. ¿Qué pasó?
Subimos a su habitación y allí empecé a contárselo todo, sin dejarme ningún detalle, y sin olvidarme de ningún segundo de la historia. Ella de vez en cuándo asentía, pero nada más, me dejo hablar a mi todo el tiempo, y cuando por fin acabé quitándome ese gran peso de encima ella me dio su más sincera opinión.
­-¿Qué piensas hacer? ¾Preguntó preocupada, a la vez que intrigada.
-Todo lo que pueda, es decir, nada. Intentaré aprovechar al máximo la última semana que me queda con él, después lo asumiré y por último lo intentaré olvidar.
-¿Y no le piensas decir lo que sientes por él? Igual eso cambia las cosas…
-Sí, a peor. Bueno, se me hace tarde, ¿no quieres venir a dormir?
-No puedo, ya sabes, lo de la barbacoa y tal, no puedo fallarles a mis padres.
Nos despedimos y yo me fui a mi casa. Por el camino me acordé de que venía mi padre de viaje, mi padre, papá. Después de tanto tiempo y aún no me había acostumbrado a llamarle así. Se me hacía raro, siempre le había querido mucho, pero nunca podría remplazar el sitio de mi verdadero padre, cosa que tampoco había intentado. Siempre se había comportado como tal, pero nunca quiso apoderarse de esa plaza de autoridad sobre mí. Me había querido, respetado y educado, pero nada más, sabía perfectamente que yo no podía olvidar los primeros 5 años de mi vida así por así y lo importantes que eran para mí. Yo por mi lado, también le había querido y respetado, pero al mirarle a los ojos me recordaba lo desafortunada que era por haber perdido algo tan importante de mí, y el que solo pudiera haber disfrutado de ello unos pocos años, de los cuales no tenía conciencia de los primeros, y el lo sabía.

31 de diciembre, 1997.

­-Gracias por todo, nos lo hemos pasado muy bien, ¿verdad Nora? -Dijo mi abuela.
Era muy pequeña por aquel entonces, pero sabía reconocer perfectamente los sentimientos de mi abuela. En ese momento su mirada rebosaba felicidad por saber que yo iba a estar bien cuidada allí, era mi madre, y sabía que haría lo que sea por mí, y por recuperar los años perdidos, pero a su vez, podía leer en su cara la añoranza. La añoranza por su hijo, y también tristeza por tener que separarse de mí. Desde que ingresaron a mi padre yo había vivido en su casa, y era la primera noche que iba a dormir fuera.
­-Sí abuelita -respondí dando saltos de alegría.
-Bueno, cariño, ahora corre a jugar con tu hermano, mamá y yo tenemos que hablar.
Me despedí de ella y obedecí, como hacía siempre. En realidad prefería quedarme con ellas, pero sabía perfectamente que esa no era posibilidad alguna. Después mi abuela le pediría que si había algún problema, contactasen con ella, que quería verme cada cierto tiempo y todo eso, en fin, lo normal, simplemente se preocupaba por mí. Ella no podría cuidarme mucho más tiempo, se iba haciendo mayor, y los años como en todo el mundo, iban pasando factura. Después de unos minutos, mi abuela se marchó.
-Nora, ya va siendo hora de ir a la cama que es muy tarde.
-Pero yo quiero quedarme más mamá, los mayores siempre os quedáis hasta más tarde.
-Los mayores también nos vamos a la cama.
Me cogió por las piernas y me llevó hasta mi cama, simulando que yo era un saco de patatas. Me arropó, y después de contarme un cuento me dio un beso en la frente y me deseó dulces sueños. Pero eso no acababa ahí, yo no tenía ganas de dormir. Esperé a que pasasen unos minutos y ahí empezó mi expedición a la cama grande de la casa, y después pondría en práctica mi plan de ataque: cosquillas. Pero solo conseguí poner en práctica parte del plan, la otra se me olvidó al escuchar la conversación entre mi madre y su marido.
-No ha ido tan mal, pensé que no aceptaría que yo fuera a estar en su vida.
-No seas tonto, quién no va a quererte en su vida.
-No se, pero es una niña increíble y encantadora, nunca se me olvidará como me ha recibido, con tanta… no se, ¿facilidad? ¡Si hasta ha saltado a mis brazos!
-Lo se, me arrepiento muchísimo de todo lo que pasó, no se, me siento culpable.
Tras decir eso, los dos se abrazaron. Un abrazo lleno de amor y esperanza.

Al llegar a casa oí voces en el salón, así que me dirigí allí nada más entrar. Se encontraban sentados en el sillón mis hermanos, mi madre y mi padre. Al entrar, este se levantó y me dio un gran abrazo. Luego me pidió que cerrase los ojos. Tras un corto tiempo esperando, el cual se me hizo eterno, sentí un peso caer sobre mis manos, e instantáneamente abrí los ojos.
-Lo vi en Venecia, y no pude evitar comprártelo.
-¡Gracias! No hacia falta que me comprases nada.
-¿A qué esperas para abrirlo? -Dijo dando una palmada indicando que me diese prisa.
Arranqué el papel de regalo de flores. Había una cajita en la que ponía mi nombre, y en su interior habría dos cosas. Una era un pergamino en el que ponía mi nombre con un símbolo el cual no entendía, y un texto, y el otro objeto era una pulsera, el la cual habría grabado el símbolo que no lograba entender. Mi padre, como si me leyese el pensamiento me explicó que era mi nombre en griego, que era de donde procedía. Tras ponerme la pulsera empecé a recitar el texto del pergamino como si de un poema se tratara, con el mayor entusiasmo posible.
-Nombre de origen griego. Su significado es “bella como el sol”. Le gusta llevar una vida muy independiente, pero aún que no lo admita necesita ser arropada por sus seres queridos., y la seguridad de un hogar. Es muy temperamental y sensible, y bastante orgullosa. Su variante es Eleonora.
-Lo de orgullosa si que es verdad, ¿y no pone algo por ahí de petarda, fastidiosa o insoportable? -Intervino mi hermano.
­-¡Cállate! El tuyo no lo trae para que no te deprimas, no habría una sola cosa buena.
-Venga ya, parad -dijeron mis padres al unísono.
-Me encanta, muchísimas gracias papá, de verdad.
-Nada. Bueno, ¿vamos a cenar ya? Me muero de hambre.
-Yo no voy a salir, id vosotros, estoy bastante cansada, y de todas formas, no tengo mucho hambre.
Se fueron y yo tras coger un trozo de fruta me tumbe a la cama. Empecé a pensar en Adrián, ya estaría en la cama lo más seguro, en Madrid. Le echaba de menos, pero no como antes, ya nada iba a volver a ser como antes. Me puse a escuchar música con mi iPod, y como si de una patada del destino se tratase, justo cuando iba a sonar la canción con la que le identificaba, nuestra canción, me quedé dormida. Mi último recuerdo de ese día  no iba a ser él, y puede que tampoco del resto de los días.

Ese mismo momento, en otro lugar de la ciudad.

-Alex, no puedo dormir -dijo su hermana pequeña mientras movía el brazo de su hermano.
-Estas no son horas para que las princesitas como tú sigan despiertas. Vamos, si te arropo yo y te cuento un cuento, verás como si te duermes.
Alex llevó a su hermana a la cama, y antes de poder acabar de contar ese cuento de final feliz, ella se quedó dormida. Le dio un beso en la mejilla, y volvió a su cama. Se tumbó boca arriba, con las manos detrás de la cabeza y totalmente estirado, igual a como estaba antes. El tampoco podía dormir, pero no por ninguna pesadilla o por miedo al monstruo del armario, sentía una angustia en el pecho que no le dejaba respirar con facilidad. Tenía el presentimiento de que algo iba a pasar, y el por su parte lo único que podía hacer era esperar.

1 comentario:

  1. Bien, ya he caído en la relación con el prólogo. Su verdadero padre murió. Me gusta el camino que va tomando la historia. No sé por qué me da que ese chico, Álex, llegará nuevo a la ciudad. xD

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