Etiquetas

sábado, 13 de noviembre de 2010

Capítulo 2.








Los primeros rayos de luz empezaron a entrar por la ventana. Me desperté con la almohada húmeda entre mis brazos y la manta en el suelo. Me levanté y me quede sentada intentando percibir todos los sonidos y olores de la mañana, el café y las tostadas recién hechas, grifos abriéndose y cerrándose, la puerta de mi casa en continuo movimiento, mis perros jugueteando por el pasillo… Nunca me había costado madrugar, siempre me había gustado el pensar como transcurriría el resto del día simplemente la forma en la que te despiertas, y tenía mi pequeña teoría de que si te despiertas lo más alegremente posible tu día ya sería un poco mejor, y que lo que bien empieza, mejor acaba. Tras aclararme los ojos miré mi móvil para saber que hora era. No podía estar en lo cierto, las nueve y media pasadas, llegaba realmente tarde a clase. Nunca me había pasado, no entendía como no había oído la dulce sintonía de mi móvil que me despertaba cada mañana.
-Mamá, ¿como no me has despertado? ¡Voy a llegar tardísimo a clase!
Cogí una tostada y la empecé a mordisquear mientras iba a mi habitación a vestirme. Tras acabar volví a la cocina y acabé de desayunar.
-¿Has apagado tú mi despertador mamá?
-¿Se puede saber a donde vas, con tanta prisa? ¾Me respondió con aire tranquilo.
-Ya te lo he dicho, a clase, ¿donde voy a ir si no?
-Fui yo quien te apagó el despertador, cada vez sonaba más alto esa horrible canción y no podía ver mis dibujos -dijo mi dulce hermana con su habitual vocecilla de cada mañana.
Mi hermana Cristina se acercó a darme un beso en la mejilla, y después se empezaron a reír aún que yo no conseguía verle el lado gracioso al asunto. En ese momento mi hermano mayor entró en la cocina.
-Nora, sabemos que estás aún obnubilada por tu cita con Adrián, pero despierta, hoy es sábado y no te van a abrir el instituto porque tú tengas tantas ganas de estudiar.
Perfecto, era sábado. Todos se empezaron a reír, y yo, como de costumbre empecé a coger un tono de piel un tanto rosado.
-Bueno ya vale, todos pueden tener un fallo de vez en cuando.
-Ya veo, ya. ¿Y que tal tu “cita”? -Me pregunto mi hermano entre risas.
-No seas pesado Dani, no era una cita, Adrián es mi mejor amigo, punto.
-Y por eso estuviste tres horas metida en el baño arreglándote ¿no? Que ya había cola esperando a que la señorita acabase.
-No te pases, más tiempo estás tú cuando vienen mis amigas a casa, y más si viene Alba…
-Venga chicos, parad, yo me voy a trabajar. Hoy tengo turno completo así que coméis solos. Tenéis la comida en el horno, y os he hecho tarta de chocolate y fresa, está en el frigorífico. Sí necesitáis algo llamáis.
-Gracias por la tarta mami ¾dijo mi hermana relamiéndose la boca.
-De nada princesa, pero solo podrás comértela si te acabas el primer y el segundo plato. Me voy, a las ocho ya estaré aquí.
Los tres nos despedimos al unísono, y tras oír la puerta cerrarse, yo me lancé sobre mi hermano para intentar pegarle, pero nunca daba resultado, era demasiado fuerte.
-Esta bien, tregua -dije protegiéndome la cabeza con los brazos.
-¿Por qué siempre que pierdes tiene que haber tregua?
-Precisamente por eso, porque siempre pierdo.
-Te recuerdo que eres tú la que ha empezado.
-Y yo te recuerdo que no se les pega a las mujeres, y menos a las dulces hermanitas como yo ­-dije mientras intentaba poner cara de ángel.
Me miró fijamente a los ojos, intentando saber si me pasaba algo, y como era de esperar, lo descubrió, mi hermano era de los de la opinión de Adrián: yo era como un libro abierto. Al pensar en Adrián me estremecí, se iba a Madrid y yo no podía hacer nada. Le iba a echar de menos. Era el típico tío que no deja indiferente a nadie, en mi opinión, la representación personificada de la perfección. Tenía la cara perfectamente perfilada, y una piel tostada y suave. El pelo era castaño oscuro, con mechas ligeramente rubias a causa del sol. Siempre vestía perfectamente combinado, y acorde con la ocasión, informal, hippie, arreglado, sport… Pero no era solo eso, no era solo su físico, era él. Siempre sabía como hacerme sentir bien, como hacerme reír, sabía lo que quería, era detallista, amable, definitivamente increíble. Me encantaba su manera de mirarme, sonreírme, como me cogía la mano, de abrazarme, besarme… Y en cuestión de una semana todo eso estaría muy lejos de mi, a más de 500 kilómetros de distancia.
-Venga, va, dime qué te pasó ayer.
Para que intentar engañarle, no me iba a creer.
-Adrián.
-¿Qué pasa con él? ¿Te hizo daño? -Dijo preocupado.
-No, bueno, sí, pero no era su intención, y él no puede cambiar nada. Se va a Madrid.
-Entiendo, ¿y ahora me vas a negar que te gusta no?
-¿Te lo creerías?
Entonces mi hermana nos gritó desde el salón pidiendo ayuda. Nosotros sin pensarlo dos veces acudimos. Al llegar no vimos nada extraño, mi herma  estaba sentada en el salón acompañada de su muñeca favorita. 
­-¿Qué pasa pequeña? -Dijo mi hermano sin entender muy bien la situación.
-Me parece fatal que habléis a escondidas en la cocina, y quería enterarme, pero los mayores solo me hacen caso cuando creen que hay problemas…
Sin tiempo para que acabase la frase, mi hermano se lanzó sobre ella empezando a hacerle cosquillas, y después me miró intencionadamente. Sabía lo que quería decir eso: esta conversación aún esta pendiente.

2 comentarios:

  1. Vale, supongo que ya encontraré la relación con el prólogo. De momento tengo la sensación de que será una historia de amor sin más, así que espero que eso cambie con el paso de los capitulos, porque no me gustan demasiado las historias de amores adolescentes.

    Me gusta tu forma de escribir, aunque tienes que revisar los capitulos antes de publicarlos, pues en este creo que has puesto "haber" en lugar de "hacer" y una palabra la dejaste a la mitad. Me encanta el hermano, me recuerda mucho al mío ;)

    ResponderEliminar
  2. Me gusta la historia pero hasta ahora, sigo sin encontrar relacion entre, prologo y capitulo, creo yo es un prefacio ¿no?, bueno me gustan las historias de amor :)

    ResponderEliminar