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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Capítulo 4.



-Vamos Nora, quiero entrar en el baño, ¡llevas toda la mañana! -Dijo mi hermano enfadado.
-¡Tranqui eh!
Salí tras los continuos golpes en la puerta de mi hermano, y fui a mi armario para escoger la ropa que ponerme, el momento más difícil de la mañana teniendo en cuenta lo dormida que estaba ese día. El resto del día paso sin mayor trascendencia, por lo menos hasta las dos, cuando el sonido liberador del timbre anunciando el fin de las clases tocó. Yo estaba un poco preocupada, puesto que Adrián no había ido a clase en todo el día.
-Nora, mira quien está allí -me dijo Celia señalando hacia el final del jardín.
Allí estaba el, apoyado contra la verja del instituto, en su más absoluta perfección. En cuanto me vio empezó a saludar eufóricamente con la mano, a la vez que me indicaba que fuese donde él. Yo no lo dudé ni un segundo y acudí corriendo.
-Te he echado de menos, ¿se puede saber donde has estado sin avisar?
-Con lo cabezota que eres, si te digo que voy a pasar el día dando vueltas, fijo que no vas a clase, mejor dejarte preocupada -dijo guiñándome un ojo.
-¡Estúpido! Claro que habría ido contigo, solo te queda una semana aquí. ¿Por qué no has venido a clase?
-Ya te lo explicaré, anda vamos.
­-¿A dónde?
-Deja de hacer preguntas y vamos.
Sin darme tiempo a reproche ninguno, me cogió la mano y me condujo a través de las callejuelas, hasta llegar a una parte del paseo marítimo en la que no había estado nunca. No sabía hacia donde me conducía, pero con el me sentía segura, siempre. Me encantaba esa situación. De todos los años desde que le conocía, era la primera vez que se había atrevido a cogerme la mano, y a mi más se me iba olvidando lo que había pensado la noche anterior. No, le necesitaba, y cada vez me daba más cuenta de ello, y de lo que me iba a costar despedirme de él. Lo estaba haciendo mal, sabía que tenía que despegarme de él, lo más posible, y comenzar desde ahí a olvidarle como algo más que un amigo. Pero no podía, cualquier intento era en vano.
­-Ya hemos llegado. ¿Te has fijado en el camino?
­-No, ¿por qué?
-Verás, este es mi sitio especial, y nunca he venido con nadie. Tú serás la única persona del mundo que habrá estado aquí conmigo, y quiero que sea igual de especial para ti, y que solo traigas a alguien cuando de verdad te importe y signifique algo para ti.
-Entonces supongo que si no te lo prometo no me enseñarás el camino.
-Exacto.
-Prometido.
Todo iba perfecto, ese era el momento que llevaba una vida esperando, y ahora que se me daba la ocasión de aprovecharlo, no podía. Quería abrazarle para no soltarle nunca, pero eso no cabía dentro de sus planes, por lo tanto yo tenía que eliminarlo de los míos. Era un sitio alucinante. Según lo que me dijo, se situaba al lado de una playa privada. Estaba rodeado de piedras, y a lo lejos podía verse un hermoso acantilado. Desde la roca más alta de ese lugar de ensueño se podía ver un mar magnífico, el más puro y real que había visto nunca, con un azul claro en el que se podía ver el reflejo de las nubes en la orilla, y en el horizonte un azul intenso salpicado por el rojo fuego del atardecer. La arena era suave como la seda, y de su mismo color natural. Pero no era solo la belleza de aquel lugar lo que me llamaba la atención, si no la magia que se podía respirar en el aire.
-Adrián, es perfecto.
Igual que él. Al mirarle a los ojos me perdía en su mirada, y no podía evitar estremecerme, y me sentía estúpida por no ser capaz de decir lo que sentía.
-Nora, te voy a echar mucho de menos.
-Y yo a ti.
Tras decir eso los dos nos quedamos callados, y así pasó el resto de la tarde, apacible, tranquila. Me sentía como dentro de una canción de John Lennon, flotando en un mar de sueños, imaginando que ese momento no se iba a acabar nunca, perdiéndome en un bosque de mentiras. Sin mediar palabra, me cogió del brazo y me levantó del suelo. Ahí estaba él, como siempre en su más absoluta perfección. Fue acercando poco a poco su cabeza a mi oído hasta llegar a tal punto que podía sentir su respiración entrecortada en la nuca, y sentí como un escalofrío recorría todo mi cuerpo.
-Te quiero -me susurró lo más bajo posible.
No podía estarme pasando, no sabiendo que se iba a marchar en menos de una semana.
-Se está haciendo tarde -dije mientras me separaba bruscamente de él.
No entendía como podía hacerme esto, hacerme sufrir sabiendo que estaba enamorada de él. Claro, no lo sabía. Por el camino me fue explicando todos los recovecos de aquel lugar y atajos para llegar desde cualquier punto de la ciudad, pero yo en realidad no estaba atendiendo. Mientras mi cuerpo estaba presente, junto a Adrián, mi mente se encontraba a kilómetros de distancia, perdida, y sobre todo, aturdida.
No tardamos mucho en llegar a mi casa, en realidad, en cuanto supe como era el camino de vuelta a casa decidí aligerar el paso lo más posible. No soportaba esa situación, yo quería estar con él, pero no me convenía.
-Hasta mañana -dijo acercándose poco a poco.
-Hasta mañana.
Me giré y abrí el portal, esquivando su mirada perdida. Fui directamente a mi casa sin echar ni una mirada atrás y sin vacilar en mí andar sereno ni una sola vez, y como de costumbre entré en casa dirigiéndome a mi habitación. Cogí mi mp4 y me tumbé en la cama a escuchar música, cosa que se había convertido en mi pequeño ritual. Cuando conseguí tener un poco de tranquilidad, o mejor dicho, estabilidad en mi cuerpo, mi hermano entró en mi cuarto sin llamar siquiera a la puerta.
-Supongo que habrás estado en casa de alguna amiga tuya ¾dijo secamente pero con voz picaresca a la vez.
-Sí.
-Bueno yo no soy mamá así que no pasa nada porque me digas que has estado con Adrián. ¿Qué tal con él?
-Eres mi hermano, ¡no te voy a contar mis problemas!
-Por lo que se puede deducir que los hay…
-Dani, por favor, déjame.
Sin mediar palabra se levantó y se fue. Yo me quedé dormida con el fondo sonoro de los Beatles. Y sin acordarme de que al día siguiente tenía un examen de economía.

A esa misma hora en otro lugar de la ciudad.

-¿Diga?
-Alex, hola, soy Rober. Me preguntaba si tú y tu grupo podríais tocar este sábado en una fiesta. Me he encontrado con un amigo que se va a Madrid, y aún no tiene nadie.
-Claro, estaría genial.
Vale, ya te avisaré de donde es, la hora y todo el rollo. Cuídate.
-Lo mismo, adiós campeón.

1 comentario:

  1. Anda, pues no se muda. Qué vive en la misma ciudad y va coincidir en la fiesta de despedida. Buena manera de encontrarse.

    He encontrado un pequeño fallo, si no recuerdo mal en el capitulo anterior has puesto que Nora tenía un Ipod, y en este es un Mp4.

    Por lo demás todo bien, seguiré leyendo. Pero insisto, revisa los capis antes de publicarlos, que hay algunos fallitos. ;)

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