Etiquetas

jueves, 9 de junio de 2011

Capítulo 15









-Nora espérame por favor –gritó Alex al tiempo que me agarraba del brazo impidiendo que siguiese corriendo.
-Alex déjame, déjame irme, escaparme de todo, quiero que acabe el día de una maldita vez, quiero llegar ya a casa y estar sola –dije mientras rompía a llorar una vez más.
-Déjame ir contigo, cuéntame lo que te pasa y deja que te ayude.
-Lo siento.
Me di la vuelta y comencé a correr de nuevo escaleras arriba. Al llegar a mi casa abrí lo más rápido que pude pero el ya estaba allí, aguantando la puerta para que pasase, sin intención de hacerme caso y marcharse. Cuando iba a empezar a hablar mi madre apareció junto a mi hermana. Las dos se nos quedaron mirando sin decir ningún comentario respecto a Alex, y se marcharon abriéndose paso entre nosotros.
-Nora –dijo mi madre cuando estaba ya bajando por las escaleras –hoy no vamos a dormir aquí, después llegará tu hermano, tenéis la cena preparada en el microondas.
Me dispuse a entrar y cerrarle la puerta a Alex, pero él fue más rápido y colocó su pie entre la puerta y la pared para impedírmelo.
-No aceptaré un no por respuesta ¿me invitas a cenar?

Me miró a los ojos como hacía de costumbre, pero esta vez no fue como las otras. Era otra mirada, más limpia, más brillante, más pura. Me agarró las manos y me susurró al oído que no pasaba nada, que junto a él todo iba a salir bien.  Le quería, estaba convencida de ello. Se acercó poco a poco a mí, sin apartar sus ojos de los míos y me besó. Un beso cálido, intenso, duradero. Ahí es cuando comprendí que un beso lo podía ser todo, cuando comprendí que algo tan sencillo como eso podía ser lo más complejo del mundo, y encerrar sobre si toda una vida, resumir todos los sentimientos. Que nos puede hacer olvidarlo todo, pero también recordar lo mejor de la vida, que puede ser mágico o devolverte a la tierra en un segundo, eliminar todos los problemas, y que a pesar de que te deje solo ante el peligro, puede hacer que te enamores perdidamente de alguien y no sentir miedo nunca más.
–Ven aquí –me susurro al oído mientras levantaba en brazo para que me apoyase sobre su pecho –creo que deberías hablar con él, todos podemos pasar por malas rachas, y cometer errores, incluso hacer lo que hizo él.
–Mañana será otro día –dije mientras cerraba los ojos –ya hablaremos de ello.

Cuando me desperté mis padres no estaban en casa, ni tampoco mis hermanos, pero lo que más me dolía era que Alex tampoco se encontraba allí. Le busqué por todas partes con esa pequeña esperanza de que apareciese en el rincón más inesperado de la casa, pero mi esfuerzo fue en vano. Al volver a mi habitación encontré una nota suya encima de la mesa. Antes de leerla fantaseé con la idea de que había ido a la mejor churrería de la ciudad a comprarme el desayuno como si de una película se tratase, o que quizás estaba preparándome una sorpresa para pasar el mejor día de mi vida, pero lo único que ponía era que se tenía que haber ido, por lo que dejé mis cuentos de hadas para otro momento y me fui a la cocina a desayunar. Allí me encontré el teléfono que probablemente mi hermano habría dejado allí. Una lucecita roja me indicaba que alguien había dejado un mensaje en el contestador, por lo que me lancé a escucharlo sin pensármelo dos veces con el resquicio de esperanza de volver a vivir en mi particular cuento, sintiendo de nuevo ese cosquilleo que me producía pensar en él.
Pero no fue su voz la que oí.
-Hola…Nora. Bueno pueda que te sorprenda que te envíe este mensaje, pero no contestabas ninguna de mis llamadas. Puede que no las oyeses, me aferro a la idea de pensar eso, o quien sabe, quizás al ver mi nombre parpadeando en la pantalla tirases el teléfono contra la pared, pero me niego a pensarlo, y se que algún día escucharas mi mensaje, o te encontraré por la calle, o te seguiré llamando hasta que decidas dejarme hablar. No te voy a decir que lo que hice estuvo mal, porque eso no es nada nuevo ni para ti ni para mí. Sólo se que ahora forma parte de mi pasado, un pasado aterrador, pero se quedará ahí en mi lista de cosas para olvidar. Tampoco te voy a decir que lo siento, aún que en realidad si que lo haga, pero soy consciente de que una simple petición de perdón no va a arreglar las cosas. Lo que si que voy a decirte es que te hecho de menos, joder Nora… Te lo repetiré una y otra vez, te necesito. Puede parecer egoísta por mi parte, pero si he dejado toda esa mierda, además de por mí es por ti. ¿Sabes? Me dieron una paliza, pero no sentía dolor ninguno, sólo podía pensar en aquella vez que me tuviste una tarde entera buscando un bolígrafo de colores, y al no encontrarlo al final de la tarde me dijiste que daba igual, que en realidad tenías otro, pero te aterraba que se acabase y no encontrar otro igual. Y yo pateándome la ciudad buscando el dichoso bolígrafo. Pero ahora comprendo el miedo que da que se acabe algo que te gusta tanto, algo a lo que tanto cariño le tienes. O aquella vez en el parque, cuando empezó a llover torrencialmente. ¡Menudo chapuzón nos dimos! y todo porque cuando corríamos hacia el portal más cercano te caíste y en vez de levantarte me tiraste a mí. ¿Te acuerdas de cómo nos miraba aquella señora del paraguas negro? Apuesto lo que sea  gominolas y… Bueno se me acaba el tiempo, dichosas cabinas telefónicas. Pues eso Nora, que… te echo mucho de me…

Mi corazón se paralizó un breve instante para luego comenzar a latir con fuerza rompiéndose a su vez en mil pedazos. No sabía donde meterme, o si irme directamente a la cama a abrazarme a mi particular oso de peluche. ¿Habría cambiado de verdad? Le seguía queriendo, mucho, pero lo que hizo era imperdonable. Le echaba de menos, sí, ¿Y qué? No era razón suficiente para perdonarle sin más, por un simple mensaje en el contestador. ¿Se merecía de verdad una nueva oportunidad? Siempre pensé que todo el mundo debería tener derecho a una segunda vez, pero… no todo el mundo se había comportado de esa forma en mi visita ni mucho menos unirse a un grupo neonazi, por no decir su peculiar forma de echarme de su vida aún arriesgándome a que me pasase algo entre todos sus “amigos”. Recordé una vez más mi visita a esa fiesta a la que nunca debí entrar. Pero fui capaz de mantener la compostura y seguir adelante. ¿Si fui capaz de eso, sería capaz de volver a verle y hablar las cosas tranquilamente con él? Puede que a fin de cuentas no fuese tan malo…
“Nora no… no merece la pena -me dije a mi misma”

Tecleé los números con poca precisión hasta marcar por fin el botón verde. Tenía miedo, pero la decisión estaba tomada y ya no había vuelta atrás… sí, sí la había. Colgué el teléfono impidiéndome seguir adelante. No podía hacerlo, yo no era la que le debía una disculpa. Me sentía confusa, más que nunca. ¿Habría cambiado? Mil preguntas sin respuesta empezaron a desfilar por mi cabeza dando vueltas, una y otra vez consiguiendo hacer que sintiese nauseas. Ninguna tenía respuesta, todas se planteaban con un complicado rompecabezas sin sentido. Había sido muchos años su amiga, no podía dejarlo pasar por eso, se merecía que le escuchase. Pero… había sido un cabrón conmigo, sin sentimientos, no era yo quien le debía nada. Aún así ¿lo estaba intentando arreglar, no? Él me había buscado a mí. Debía borrar todo de mi cabeza, y, quizás, ¿esperar? Decidí que eso era lo más sencillo y de alguna manera, lo más sensato.
Es lo que hice, esperar, esperar ese momento que llegó unas horas más tarde. Había pensado durante todo el día en ese momento, el momento en que se decidiese a llamarme y al ver mi móvil vibrar sobre la mesilla no pude hacer más que estremecerme. Descolgué el dichoso aparatito que me había atormentado durante toda la mañana, y con la mano temblorosa lo acerqué a la oreja. Aún tenía miedo de oír su voz, aún sentía pánico de revivir lo pasado. A pesar de todo, me obligué a ver las cosas de otra forma, comenzando por hablar con decisión… pero no pude, mi cuerpo era más fuerte, mucho más fuerte que mi mente y mi boca no fue capaz de articular ni una palabra. Fue él el que empezó la conversación:
-Te pido solo… tan solo un rato, un rato en el que podamos estar los dos solos y…
-Vale pero, cómo se que dices la verdad, que no debo tener miedo, que el pánico que sentí aquella noche no volverá…
-No lo se. Estaré en nuestro parque a las cinco. Te espero.
Nuestro, nuestro, nuestro, nuestro. En realidad desde bien pequeños habíamos bautizado el parque en que nos conocimos como nuestro pero sentí un escalofrío al volver a oír esa palabra salir de su boca. No solo por el hecho de haberse referido a nuestro parque –como hacía continuamente antes de que todo en cuanto a nosotros fuese tan mal –al que creí que nunca volveríamos juntos. No, no solo por eso. Y es que nunca imaginé después de esa noche en Madrid que algo pudiese retomar ese significado. Esa noche… para mí había muerto esa palabra. Adrián le había arebatado todo el significado que poseía y creí… creí que nunca volvería a haber nada nuestro, nunca más. Pero habían cambiado las cosas. ¿Lo habían hecho? Eso creía. Vi un halo de esperanza en su voz, un aura que le rodeaba y me hizo confiar, un poco al menos, en que el Adrián de antes, al que tanto quise, en el que tanto confié. Pero sabía que la batalla no había acabado, un simple perdóname no iba a arreglar las cosas. Necesitaba pensar.
Me arrodille en frente a mi mesita de noche esperanzada de que la carta de mi padre me sirviese de algo, pero antes de cogerla supe que un papel no iba a evadirme de mis problemas siempre. Necesitaba eliminar la sobrecarga que llevaba encima, y recordé como lo hacía antiguamente. Me abalancé sobre mi armario para coger un pantalón corto azul a juego con una sudadera holgada y salí de casa apresurada. Las escaleras se convirtieron en un dibujo borroso con el que estuve a punto de tropezar, pero me aferré a la barandilla antes de perder completamente el equilibrio. Bajé el ultimo piso con un poco más de cuidado consciente de mi torpeza y me detuve al llegar a la callé para comenzar el antiguo ritual. Inspirar… Puede que haya cambiado, igual ya no es un autentico capullo. Expirar… podría equivocarme pero si no se arriesga no se gana. Cerré los ojos y volví a inspirar… sólo será un rato, si no me convencen sus argumentos me iré por donde he venido sabiendo que tuve la valentía de ir. Expirar… ya estoy lista. Y comencé a correr, como hacía cuando me sentía mal. Puede que eso fuese una marca de debilidad, el correr de alguna manera es escapar de los problemas, pero para mí no era más que una liberación. Sentía como mis músculos se estiraban y contraían continuamente, y mi corazón palpitaba cada vez más fuerte respondiendo a las necesidades de mi cuerpo que trabajaba más rápido a cada zancada que daba. No recordaba con exactitud cual era el recorrido que solía hacer pero decidí que no estaría mal improvisar un poco. Pasé por todos los sitios a los que siempre me gustó (y me gustará) ir. Bosques, parques, incluido al que debía ir a las cinco, el conservatorio en el que tanto me desahogaba y termine en la playa en la que siempre terminaba el recorrido, cosa que si recordaba. Me descalcé y volví a correr a la orilla del mar. Sentía la arena mojada salpicado mis piernas al tiempo en que mis pies se hundían sobre ella. Las olas rompían contra mis frágiles dedos y el olor salado impregnaba todos mis sentidos dejando un dulce regustillo a mar. Adoraba esa sensación y la conexión que establecía con la naturaleza. Y… también el recuerdo volvió a mi cabeza. Aquel día en que Alex y yo jugábamos con la arena, corríamos, saltábamos sobre el agua… justo antes de ir a ver a Adrián. Pare de golpe. Ya había corrido demasiado y era hora de ir a donde habíamos quedado. Caprichoso destino que había hecho de mi historia un cuento capicúa…
Y llegue, y allí estaba, y mi corazón dio un vuelco al volver a verle. Estaba sentado en el columpio en el que me senté yo cuando me dijo que se iría a vivir fuera. Y volví a sentir lo mismo, y mi corazón se volvió a paralizar, y comencé a quererle un poco más. Se mordía el labio nervioso mientras se revolvía su preciosa melena. Y no sentí miedo si no protección, y avancé para encontrarme con él, y él me vio. Agaché la cabeza para que no viese que la dura fachada que había construido se estaba desvaneciendo.
-Nora, yo…
No puede ganar la partida tan fácilmente, no puede ganar la partida tan fácilmente, no puede ganar la maldita partida tan fácilmente, no.
Y sentí como sus brazos rodeaban mi cuerpo ¿me estaba abrazando? Sí, y yo también lo estaba haciendo, muy fuerte, tanto que sentía que nunca se volvería a separar de mí. Ya había ganado la partida, los dos lo habíamos hecho de alguna manera. ¿Quería decir eso que todo a partir de ahora iba a ir bien?

Dulce sabor a victoria.

2 comentarios:

  1. wow! creo que la espera ha merecido la pena. Me ha gustado mucho este capitulo ^^

    ResponderEliminar
  2. Me encanta cuando un texto termina con una pregunta... queda perfecto, y más a una entrada tan perfecta. Espero leer el próximo capítulo pronto, aunque llevará su tiempo, pero bueno... se espear :) un beso, y sigue así.

    ResponderEliminar